Cada año llegan a la ciudad de Coria miles de japoneses a su paso por Sevilla, para ver una estatua dedicada a un samurai, Hasekura Tsunenaga. En 1614, cuando España dominaba el mundo, una expedición japonesa arribó a Coria proveniente de Sendai, una ciudad al norte de la mayor isla del archipiélago japonés. Desde allí hicieron varias escala y las últimas fueron en México y Cuba antes de recalar en Coria para continuar su viaje hacia Italia.
En realidad los turistas japoneses no están interesados en la estatua en sí sino en los que la talla representa. Les mueve el deseo de comprobar en persona la historia de Hasekura Tsunenaga y el séquito que le acompañaba.
Situada en el mayor parque de Coria del Río, el Carlos de Mesa, y a la ribera del Guadalquivir, la esfinge del samurai parece querer asomarse al río y controlar el trasiego constante de los pequeños barcos pesqueros dedicados a la pesca de albures. Si el turista japonés se detiene un poco más de tiempo le asombrará también como algún que otro barco trasatlántico de tamaño "imposible" surcará el río para llegar al puerto de Sevilla o en dirección a la desembocadura del Guadalquivir en Sanlúcar de Barrameda.
Pues bien, el propósito de la expedición japonesa era llegar a Roma para visitar al papa Pablo V y obtener apoyo político y religioso para los japoneses convertidos al cristianismo, además de para establecer relaciones comerciales con diferentes países europeos, sobre todo con la entonces todo poderosa España. En este primer viaje, Hasekura, se entrevistó con el rey Felipe III el 30 de enero de 1615 para entregarle una carta del soberano feudal de Japón, Date Masamune, ofreciéndole un tratado.
Pero el resultado de sus viajes por España, Francia e Italia, tratando de afianzar lazos comerciales, no fueron tan fructíferos como habían planeado, aunque eso sí, se llevó un nombre nuevo y fue bautizado por personal de la capellanía real, renombrado como FelipeFrancisco Hasekura. También consiguió el título de Ciudadano Romano, otorgado por el Senado de Roma, que actualmente se encuentra preservado en la ciudad de Sendai.
Ya de vuelta a España, en su segundo viaje, Hasekura se encontró de nuevo con el Rey y éste no quiso firmar el acuerdo comercial, ya que se había promulgado un edicto ordenando la expulsión de todos los misioneros en Japón coincidiendo con el comienzo de la persecución de la fe cristiana en el país.
Esta vez la misión partió de Sevilla hacia Nueva España en junio de 1617 después de un período de dos años por Europa, pero algunos miembros de su séquito decidieron quedarse en Coria, temiendo no poder practicar en su tierra la nueva fe que habían adoptado e incluso por temor a ser represaliados. Y así llegamos a las quince generaciones del apellido Japón fiel testimonio del paso de Hasekura por Coria. Por eso lo turistas japoneses se acercan a esta ciudad ribereña para contemplar la estatua del embajador japonés y rememorar su hazaña.
Los encuentros entre los dos pueblos hermanados, Sendai y Coria son numerosos y muy emotivos. Con motivo del cuarto centenario, el señor Hasekura Tsunetaka, descendiente en decimotercera generación del samurai, visitó la ciudad acompañado de su familia para rendir homenaje a su antepasado y conmemorar así el centenario.
El pasado día 14 de mayo, el heredero del Trono Imperial de Japón, el Príncipe Naruhito, sembró un cerezo en el mismo parque donde se encuentra la estatua de Hasekura. El cerezo para los japoneses es símbolo de prosperidad y plantarlo la promesa de que volverá a ese mismo lugar él o alguno de sus descendientes.
Del samurai Hasekura poco más se supo a su regreso a Japón. Como no hay constancia escrita, hay quien opina que abdicó del cristianismo, algunos que fue mártir y otros que vivió su fe en secreto. Dejaremos la historia abierta para que cada uno elija el final que más guste...
Quién se acerque a la ciudad coriana para ver la estatua del samurái también podrá recorrer sus callejuelas y degustar sus famosos albures fritos o adobados en el mismo chiringuito del parque Carlos de Mesa; hacer originales fotos por la ribera del Guadalquivir o visitar sus iglesias y lugares de interés. Al final del mismo parque en dirección a Sevilla se puede cruzar el río Guadalquivir en un barcaza. Merece la pena hacerlo aunque sea para volver de nuevo al punto de partida, ida y vuelta.
El Príncipe Naruhito clausuró su visita a Sevilla en el Museo del Baile Flamenco.Cristina Hoyos fue la anfitriona perfecta que le devolvió con creces la hospitalidad que a ella le brindóJapón cuando estuvo viviendo allí durante un año. Pásate por mi otro blog y averigua lo que allí pasó: http://tupersonalshopperviajero.blogspot.com.es/
Fotos: David Sánchez
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